
Nos aislamos algunas veces frente a nuestro ordenador del mundo que nos rodea, no para estar solos y sí para buscar más allá de la realidad que inevitablemente nos toca vivir en ese momento, buscar conocimiento, información o relaciones aunque sean supericiales con otros «iguales».
Atravesando la pantalla encontramos en las redes los oídos, la compañía, las risas y los abrazos que nos faltan, la esperanza de no sentirnos tan bichos raros al encontrar otras personas similares y no importa dónde.
La posible interesada amistad del mundo real aquí se evapora si se sabe ser sincero, si se sabe escoger de quien te rodeas y como un soplo de aire fresco, se recupera la autoestima y la seguridad en uno mismo, esa que no debería perderse pese a todo y pese a todos.
Hay quien se preocupa por el exceso del uso de las relaciones a distancia y no llega a comprender que es una forma de salir del mundo real, es la oportunidad de salir del yo formal y políticamente correcto, de dejar volar el propio yo que duele preso dentro de los formalismos del día a día. Esos mismos círculos de amistad y relaciones que nos creamos y nos vemos incapaces de soltar. Es un aprendizaje, es un ensayo para prepararse a decir que NO.
Allí (y en el mundo real), muchos de nosotros no queremos relacionarnos con aquellos que no conectan, no queremos decir siempre aquello que “queda bien” y vivir en silencio permanente. Que sentimos que ser popular no significa ser mejores, hartos estamos desde pequeños de ver como el “popular” era el más tramposo, el más gamberro, el “graciosillo” que se saltaba todas las normas e incluso tenía por pasión humillar a los más débiles.
Que ese precio por la popularidad no nos interesa a muchos. Que en los medios más allá del ámbito físico gana también el que más presume, el que más aparenta, escandaliza, irrita, el que más dice ser, el que plagia sin mencionar, el que “roba” constantemente y colecciona ideas de los demás de forma superficial. Tantos que repiten ideas que no son propias y se adueñan de ellas…
La creatividad, la autenticidad no es posible copiarla en esencia, por muchos palmeros que tengas. No, no estoy aquí, y los que me leéis y sois parte de mi vida digital tampoco, para ser “popular”. NO gracias, esa realidad ya la tenemos que soportar en la vida real.
Lo que te llena, lo que da sentido a todo esto es tener personas que te apoyan, que están ahi cuando los necesitas, que puedes pedirle aunque solo sea cinco minutos de su tiempo para escucharte, que convierten un mal día en varias carcajadas y te acuestas finalmente con la sonrisa puesta. Es aprender a valorar lo que merece la pena, es recuperar la esperanza de que las personas reales y autenticas existen. Es leer día a día personas reales sin miedos ni vergüenza, sin superficialidades. Y sé y soy consciente de que me repito.
¿Cómo es posible? Conoces personas maravillosas que en las redes “sociales” se comportan como robots, ¿»auténticos» en el entorno cercano y «autómatas» en la vida digital? Son Sociales, y su nombre no es casual. Me disculpen todos, pero alguien que es un autómata en sus redes «sociales» es imposible que sea auténtico y sincero (o le importa cero «patatero» su comunidad).
Y ya nos invade la publicidad de forma totalmente individual, nos acosan y martillean activistas políticos que tienen mucho que ganar por un puñado de seguidores, nos intentan manipular como si fuéramos una sociedad infantil, vulnerable y susceptible. Suplantan identidades creadas a medida para sensibilizarnos en estafas económicas, sociales e ideológicas. Están convirtiendo la mejor herramienta social de la historia en un arma de manipulación masiva. Y lo peor es que nos estamos dejando y muchos (demasiados) están contribuyendo a que así sea.
Es bueno, positivo que todos sepan a qué nos dedicamos, por qué no. Que siempre buscamos a alguien conocido para establecer relaciones comerciales es un hecho y las redes prolongan el boca a boca. Pero estamos llegando al extremo de la invasión y la despersonalización, destruyendo medios de relacionarse reales (y de recomendaciones) por verdaderos tablones publicitarios.
Apuesto por decir NO, no permitas que aquello de lo que huyes invada tu intimidad. Busca la autenticidad y expulsa de tu vida a los “gamberros populares” que alimentan su ego y sus bolsillos a costa de nuestra necesidad de conectar.
De cada uno de nosotros depende que un cambio sea posible.

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