
Levantarse por las mañanas, mandar a los niños levantarse, vestirse con esto o lo otro, tomate la leche, el zumo, vamos rápido con la tostada, no te has peinado, ponte bien el jersey, guarda la merienda en la mochila, has cogido el libro que hay que devolver en la biblioteca? Coge el chaquetón. Sube al coche que vamos tarde, vamos abróchate el cinturón. Vamos baja que llego tarde, no te olvides del chaquetón. Media hora de paz y tranquilidad durante el atasco de cada mañana, al fin puedes escuchar música y relajarte aunque vayas a diez por hora, este es tu momento, tu tiempo, tu silencio. Por fin llegas, recoges el bolso y el abrigo y te poner rumbo al quehacer de cada día, hoy puede ser un gran día.
Los lunes dicen que no son buenos, no importa, es el comienzo de una semana en blanco, todo puede suceder, las oportunidades están ahí y todo ello es una buena razón para alegrarte el día. La mitad de tu equipo de trabajo o la totalidad no ha llegado aún, es posible que no vengan, es lo normal. El año pasado no aparecieron apenas, no hay razón para que no suceda este año. No importa, tu puedes con todo, los perseguirás cual madre atrás de sus niños, igual que una profesora tras los chicos de primaria, al final, la responsabilidad es tuya, si ellos no están nunca y no tienen iniciativa, eres la jefa. Aquí también lo eres y no tienes escapatoria. Serán parte de la generación mejor preparada. Mejor me callo.
La última clase del día nunca te deja buen sabor de boca, lo sabes pero cada lunes abres el corazón para darle otra oportunidad, hoy te decepciona de nuevo. Sientes aquella mirada extraña, quizás el profesor cree que no tienes nada que hacer, una mujer a tu edad en la facultad, probablemente tu marido está trabajando para que te diviertas en clase jugando a ser periodista. Puede que todo sea paranoia pero esa es la sensación de todos los lunes, ya asumida, sobre las doce de la mañana. No importa, las malas energías se quitan con un buen almuerzo y el cariño de los que te conocen de verdad.
Habrá que pasar por el supermercado, la jefa de la casa compra aquí y allí, piensa y planea el almuerzo, la cena, la merienda, mide el presupuesto y regresa corriendo a casa. Hay que cocinar y organizar todo, y siendo la jefa nuevamente, tu haces esto de tal manera, que aunque lo repita cien veces, siempre hay que decirlo una vez más, aquel hace aquello. Y lo estas repitiendo por ciento y cincuenta vez. Quizás sean más veces, el año tiene 365 días. Me acabo de dar cuenta que lo que mandé hacer ayer, que es lo de siempre, no esta hecho, me toca. Cierta frustración te invade, eres una mala jefa, no sabes liderar, no sabes motivar, eso es lo que dicen todos los libros de direccion, eso me lo dicen en la facultad. Si falla el trabajo es porque el líder no sabe motivar al resto para que realicen su parte. Nadie al escribir cuenta con lo autómatas que pueden llegar a ser los mandados. No importa, no me voy a frustrar, además, si no soy la jefa, esto se convierte en un caos.
No me queda otra. Recoges al peque del colegio, mi tesoro, ya sabe que cuando llega el uniforme va a la lavadora y se tiene que poner el pijama. Es el más pequeño y el que aprende más rápido. Sabe que eso me agrada y todavía no ha aprendido a darme las vueltas.
Después de la tarde de estudio y trabajo, si nada me interrumpe, viene la cena del clan. Dejo lo que esté haciendo, la hora es siempre la misma, el peque tiene que dormir temprano para crecer sano y fuerte. Ya son las 20:30, y lo que quede por hacer, mañana será otro día. Decido, y hago de jefa de nuevo, apaga el ordenador, a la ducha, baja, siéntate, cena que se enfría, se hace tarde, termínala. Gracias a dios ya son las nueve de la noche, no dejo de pensar en el trabajo que dejé a medias, pero tengo que ver las noticias, es una obligación como periodista. Mientras ceno, veo que pasa en Twitter, en Facebook, muchas noticias no salen en los telediarios. Aunque menos mal que tengo mi programa de radio que repasa casi todo.
A las diez llega la hora feliz, la horizontal permite poner a todos mis huesos en el lugar, relajar los músculos, cerrar los ojos sin dormir. Necesito unos minutos a solas con mi mente, quizás hoy pueda. Ilusa de mi, el mayor quiere charlar, comentar el día, preguntar, compartir sus dudas. Ya son las once, si me duermo en unos minutos, habré dormido ocho horas, claro que para ello tendré que haber dejado mi mente parar, tarea nada fácil, tengo la mala costumbre de repasar hoy, mañana y pasado en cuanto me relajo, y así no hay quien se relaje. Ya son las doce, ok, dormiré siete horas de nuevo. Quizás mañana pueda descansar.

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