
Pues si, prefiero pensar que no somos lo que tenemos, prefiero pensar que gracias a lo que fuimos o somos, lo tenemos. Aunque hay quien tiene la suerte de tener, por el simple hecho de haber nacido en un lugar donde ya lo encontró todo hecho.
Sin embargo, construir nuestro propio mundo da la satisfacción de pensar que quien es capaz de hacerlo una vez, puede dos, puede más…
Pocas son las veces en las que somos conscientes de todo lo que efectivamente tenemos y todo a lo que no damos importancia. No es un tópico, ni es demagogia, es ser conscientes. Desde que abrimos los ojos cada mañana, y ponemos los pies por primera vez en el suelo, suceden tantas cosas que no percibimos y que sin embargo debemos agradecer.
Abrimos los ojos y respiramos, estamos vivos. Nos debatimos para dormir esos cinco minutos más, tenemos un techo, una cama, unas sábanas y un despertador o móvil que nos da la lata. Ponemos los pies en el suelo, somos capaces, tenemos la suficiente salud y fuerzas para hacerlo.
Encendemos la luz, que maravilla.. Un botón que nos ilumina todo para poder convertir la noche en día… Que placer abrir un grifo, no lo habéis pensado? Imaginarios como sería tener que ir a bombear agua de un pozo si tenéis suerte de tener uno, o racionar a base de tácitas el agua con el que te aseas. La maravilla que supone tener tus enseres para ello, maquinillas, espuma, champú, cremas…
Tan sólo llevamos levantados unos minutos y hacemos tan rutinario el hecho de levantarse por las mañanas que sólo valoramos lo que sería dormir un poco más, o que fuera día de descanso…
Ya no valoramos lo que tenemos, esta comodidad de vivir en este siglo, en esta parte del mundo. Cuantos serían capaces de vivir como la otra mitad? ¿Tan sólo se siente la necesidad de tener más cosas? ¿Más tiempo?, porque realmente es lo único que nos falta. No se muy bien de que forma hemos creado este modo frenético de vivir, en el mantener el nivel de vida que deseamos nos hace prescindir del tiempo y a la vez, valorar muy poco el tiempo que invertimos en mantener lo que poseemos.
La mayor parte de la población que no posee los recursos del mundo civilizado, dispone de mucho tiempo, de todo el tiempo… Menos el que tiene que invertir en buscar su agua, su alimento, recorrer cientos de kilómetros en busca de un médico, y al fin y al cabo, son las mismas horas que nosotros para tener ni la décima parte.
No damos las gracias porque nuestros hijos tienen un colegio para aprender, de un ambulatorio ahí en el barrio, de una parada de autobús que a sus horas pasa a recoger pasajeros, ni de un teléfono al que llamas si enfermas y si es grave una ambulancia que acude a socorrernos.
Todo esto no parece no ser nada, siempre se quiere más, ¿hasta cuando?
Hasta que se pierde todo… Es en ese momento cuando se comienza a dar valor a las pequeñas cosas que nos rodean y que no deberían tener la categoría de pequeñas.
A veces veo a la sociedad como un niño malcriado que siempre quiere más, que no sabe mirar el esfuerzo de haber conseguido lo que disfruta. Que se enrabieta si no obtiene lo que cree que necesita, lo que cree tener derecho y lo quiere ya, y sin esfuerzo. Porque si no tiene más no es su responsabilidad, es siempre de otro. Individualmente mal criados y colectivamente mucho peor, con amnesia y falta de respeto hacia los que efectivamente No tienen nada.
Prefiero una sociedad que sabe agradecer, como ese buen hijo, que valora lo que obtiene, y no por ello deja de luchar por mejorar, condena a la pereza, la dejadez y al maltrato de lo que es de todos. Porque todo lleva detrás un esfuerzo, de alguien, de muchos. Y el esfuerzo es tiempo, es tiempo que antes otros dejaron de dedicar a sí mismos para que podamos disfrutar de todas estas pequeñas cosas a las que no damos importancia.
No es mejor el que más consigue tener, sino el que consigue crecer haciendo que los que tiene alrededor crezcan.
A veces, observo como los hijos son malcriados, a los que es más cómodo dar que educar, dejar que otros les digan lo que esta bien y lo que está mal.
Realmente muchas veces no lo entiendo, no lo comprendo, quizás porque un día no tuve nada.

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