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Solo queremos que seáis felices

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C

uando pensé y deseé ser madre nunca imaginé que sería tan difícil y maravilloso al mismo tiempo. El amor que sientes es tan grande como la responsabilidad que de repente cae sobre ti. No sé muchas, madres hay de todos los tipos, maravillosas, amorosas, dedicadas y también celosas, infantiles y perversas. Creo que la mayoría intentamos transformarnos en mejores personas y asumimos el papel que la responsabilidad requiere por el nuevo ser humano que vamos a entregar al mundo.

Tras pasar el primer periodo de euforia al descubrir que serás madre comienzan las preocupaciones en silencio,  solo esperas que crezca dentro de ti sin problemas aunque estés muriéndote de náuseas, unas más que otras,. Cuando se va acercando el momento ya no te preocupa ni los dolores, ni las extrañas posturas que debes coger para hacer aquello que hacías con normalidad toda la vida. De repente, sin saber cómo no se te había pasado antes por la cabeza, únicamente quieres saber que tiene todas las partes de su cuerpo y en el lugar en el que deben estar, para pasar rápidamente a pensar si todo lo demás funcionará bien o mal, si te podrá oír, si te podrá ver, si respirará bien…

Bienvenidas, llegó el principio de las «preocupaciones y amores» (y no me mal interpreten) para el resto de tu vida.

Al nacer, ya importa poco todo, solo que esté vivo, que respire, que esté sano. Unas tuvimos suerte, otras, algunas amigas no tanta… Te pasas meses deseando compulsivamente que crezca, que le salgan los dientes, que ande, que coma solo, que hable, que piense, que sea bueno, que juegue, y cuando te das cuenta, piensas que para qué tanta prisa.

Ya tenemos muchos asuntos resueltos a estas alturas  y llega la educación, la socialización. Dependiendo de cómo lo eduquemos (pese a todas las posibles interferencias) hará que su entorno sea un lugar mejor para él y para los demás o lo convertirá todo en un infierno. Dependiendo de cómo le muestres el mundo, será débil y sufrirá, podrá hacer sufrir a los demás a su paso o lo que todas esperamos, sea feliz y haga feliz a quien se encuentre por el camino.

Desde que ves aquella tierna criatura por primera vez, no sé a vosotras, comienzas a fijarte en los adultos de una forma distinta ¡Nuestros rostros cambian tanto! Ves adultos llenos de dolor, de angustia, de mala leche, de odio, de amor y simpatía, de ternura y cordialidad o de envidia. Comienzas a darte cuenta que la vida no va a pasar ni por nosotros ni por ese tierno bebé sin dejar cicatrices.

Y creo que es especialmente en ese momento, al ser madre, cuando toda la batalla comienza, te sientes y te sentirás responsable de las cicatrices que la vida va dejando en ellos (y más si solo te tienen a ti y haces de padre-madre). En algunos casos tendrás que dejarlos y que se hieran para que aprendan, en otros pelearás con todo lo que se ponga por delante (hasta con él) para que no se hiera o le hieran.

Las decisiones más difíciles se toman al guiarlos y educarlos. Cada uno a su manera, cada uno con su personalidad y sus reacciones y tu adaptándote a todo ello solo conducida por el sentido común y el amor más grande que se pueda sentir por alguien.

Desearás que se independicen y cuando lo hagan desearás tenerlos a tu lado, querrás que sean felices siempre como no lo somos ninguno de nosotros, y cada herida que surja en su mente y en su cuerpo dolerá intensamente como si fuera tuya.

Te volverás inconformista y conformista a la vez, querrás «lo mejor» y deberás escoger y pensar qué narices es eso, mal si es mucho y mal si es poco.

Te odiarán a ratos cuando sean adolescentes y sentirás que te han dado un cambiazo ¿Qué madre de adolescente no ha pensado que le han dado un cambiazo? Menos mal que vuelven y habrás, quizás, aprendido algo para el siguiente.

Pero el siguiente no se parece en nada al mayor y todo vuelve a empezar.

Así, cuando lo piensas tras años de profesión, llevo más de 20, lo que queda es todo el amor que has entregado (y has recibido) y seguirás entregando (y seguirás recibiendo) mientras vivas, sufriendo sus heridas y ayudándole a cicatrizarlas para que una vez que sea adulto, no sea como aquellos con cara de dolor, de envidia, de sufrimiento y de rencor.

En definitiva, lo único que nos importa es traer al mundo un ser feliz que pueda hacer de nuestro mundo un lugar mejor ¡Y a veces, lo conseguimos!

Pd: Dedicado a todas las madres, y a los padres y especialmente a las madres-padres y viceversa.

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